lunes, 9 de marzo de 2009

Un texto por mi felicidad

Solo por si acaso.



Odio como hablo todavía. Me hallo nuevamente en mi cuarto, en mi cama rodeado de los periódicos del día, mis dibujos, una crónica de Beto Ortíz a mis pies, cerrando un nuevo domingo en mi vida, escribiendo desnudo encima de un libro de Jaime Bayly. Yo que lo quiero tanto a Jaime Bayly.
Me puse el otro día a buscar viejos rastros de mis últimos años, en el HI5. Y tras fisgonear fotos mías y comentarios que me habían escrito, encontré uno que pertenecía a un viejo amigo, que aunque aún lo es, ya no lo es tanto. Ahora que me pongo a pensar, fue gracias a su influencia que comencé a escribir reflexiones sobre mi vida. Nunca me había animado a hacerlo, yo sólo hacía poemas y las canciones de siempre (aunque sin tanto descaro). Recordé entonces, al ver su perfil de HI5, ciertas crónicas que él ya publicaba desde la época del cole, y que a la hora de irnos a Lima pasó a escribir para sí mismo en un cuadernito de John Lennon.
Un tipo muy sincero mi amigo, ¿qué habrá sido de él?
Y dando vueltas entre sus fotos y comentarios antiguos, reconocí un texto que me resultaba familiar. De julio del 2005. Nuestra primera vacación de vuelta a Arequipa. Y narraba el puto ( cómo en un video de Blur), lo poco singular de un viernes común. Desde el inicio de su día hasta volver a casa, luego de haber ido y venido continuamente por la avenida Cayma. Con cierto aire a solvencia (tan típica en él) y al mismo tiempo insatisfacción. Incluso aparecía yo en un pasaje del texto.
Ese era mi amigo, un tipo ganador.

Leer el pasado a uno le trae nostalgia. A mí a veces me provoca rabia por no poder volverlo a disfrutar. A menudo me pasa que pienso en las etapas ya quemadas, y me provoca volver a traspasarlas, pero esta vez ya no de puntillas.
Por ejemplo el colegio, del cual hoy tan pocos sentimientos gratos guardo. A veces fantaseo con retornar, solamente para patear cabezas y zurrarme a un 100% de las cosas que sólo me zurré a un 75. Me importaría menos de lo que me importó haber sido aceptado. Derrepente cambiaría algunos cabizbajos andares por desafiantes miradas a cualquiera. Pasaría de largo , bien facilito, tantos cursetes que me hicieron la vida a cuadritos. A lo mejor sería más mandado con las mojonas. Y con mis hechos demostraría lo agujereada de la noción escolar de la brillantez.
¡Puta que haría mierda mi colegio con creces! Y sin concesiones pasaría de largo.
Porque si bien siempre odié en el fondo a la etapa de la escuela, y me sentí desadaptado como ahora, y una pizquita menospreciado, como todavía siento que me sucede…. Pues la verdad nunca me jodió durante esa etapa, con tanta fuerza, tantos problemas estúpidos como los que hoy me entorpecen. Porque a pesar de que todavía sigo siendo mantenido por mis papis, viviendo en una holgada realidad de comodidades delivery, y engreimientos cada uno más caro, que todavía me son cumplidos……….. Pues la verdad que jamás me quejé tanto contra mí mismo como ahora. De colegial también fui caprichoso, sí, como cualquier hijito de papá me cagué en mis pantalones para que me limpiaran, pero nunca tan engolosinado de vanidades y miedos insulsos, como ahora.
Ahora, que no comprendo mis alegrías y que desde que me levanto, me siento molestado.
Ahora, que más pienso en cómo se me ve, a la alegría de mi costado.
Ahora, que me siento un lastre asqueroso y un puñado de dudas para el olvido.
Pues , ¿quién le va a dar la importancia del caso a un sujeto que sólo vive y llora por qué tan bien ha hablado?
Yo no quiero releer en diez años mis textos, y sentirme culpable a la distancia por no haber interpretado, en su momento, lo que verdaderamente era la felicidad. Mi felicidad. Algo tan simple y bonito cómo hoy que fui despertado a los gritos por mi padre. Pues eran ya las once y el partido empezaba en una hora. No me quedó ni siquiera tiempo para bañarme. Y en menos de lo pensado estábamos ya en un taxi, llegando al estadio. Tiempo suficiente para abandonar la magia zombie del sueño y retornar a mi realidad “aflictiva” de refunfuñar por mi ansiedad, y nuevamente el repentino atoro de mis palabras al empezar el nuevo día. ¡Otra vez! a pesar de los 3 putos meses que ya voy tomando las pastillas… Y sigo con el mismo pánico idiota de salir de mi molde de maniquí para enfrentarme al mundo. Y así, sin darme cuenta y sintiéndome un adeficio, ya me encontraba con el Matías y mi viejo en las graderías de la tribuna. Ellos entusiasmados, llenitos de vida, y yo aún sin el mínimo coraje para gritar junto con ellos por nuestro Alianza querido. Primer tiempo de observación egoísta, primeros momentos del día, de la desazón. Mi hermanito maravillado de la vida, hablándome con su voz más de niñito sobre lo que más le llamaba la atención del partido. Mi viejito puteando al potón Montaño, y buscando en mí, su hijo mayor, una mirada cómplice que lo acompañara en su descontento con el cafetero. Acaba el primer tiempo, y en el fondo me siento mal. Una momia. Un desertor. Un mal hincha. Quiero demostrar cuanto los quiero, pero me siento una roca y es esta sensación mucho más fuerte. Entonces busco otra alternativa. Tengo que hacer algo por ellos, y me ofrezco a ir en busca de unas bebidas. Bajo, con miedo a cagarla, mirando donde pongo el pie, con la taba temblorosa por temor a una represalia de algún hincha bravucón, o una mirada de decepción por parte de mi padre. Y es que sé que suena estúpido, pero todavía detesto fallarle. A él que es mi ideal de hombre. Siendo yo un tan desabrido sticker de su calidad. Me esfuerzo por llegar sin tropezarme al peldaño final, y así lo hago. Llego al kiosquito de gaseosas y con mucho esfuerzo me hago espacio entre la multitud. Le pido a la señora que atiende 3 gaseosas, pero no soy el único. Todos claman porque atiendan sus pedidos. Hay empujones, gritos, quejas… Y yo todo educadito con mi “por favor señorita, tan sólo deseo 3 coca-colas rapidito”. Me mira la mujer y no me hace caso. Es imposible que me haga caso con tanta bulla y represalias para con su manera de atender (teniendo sólo 2 manos). La tía se harta y dice que no va a vender más gaseosa a nadie (aún teniendo detrás suyo una reserva de, por lo menos, 5 botellas). El entretiempo se me acaba y es en vano reclamarle llorando. Tampoco me quedaré esperando a que todos se vayan, pues me parece patético. Desesperado voy a otro kiosco, idéntica escena, y lo mismo en un tercero. Escucho por ahí que el partido se ha reanudado, y no sé qué hacer pero eso sí, no pienso volver a donde mi padre y hermano con las manos vacías. Me detengo en un muro a pensar, y por obra y gracia de la Virgencita de Chapi, encuentro ya algo desocupado el kiosquito del medio. Me emociono y siento que tanta dificultad amerita ya no sólo 3 cocas, sino una más de reserva. Solicito mi pedido, con cierto bienestar, a la mamacha. Para ponérmelo más complicado me dice que si bien hay vasos, la gaseosa ya se ha acabado. Que van a traer un nuevo lote de gaseosas en un momentito. Que puedo esperar, y si deseo ya ir pagando por adelantado y recibiendo los vasitos. Estoy de acuerdo, decido esperar. El tiempo que sea. “4 vasitos por favor señora, con sus cañitas más, cóbrese por favor”. No demora mucho en llegar la gaseosa, y un señor que está a mi lado, esperando también sus vasos, me aconseja con gran sabiduría, desacelerarme un poco y esperar a que me toque mi turno. Gran consejo. Tiene usted toda la razón, buen hombre. Eso haré. Y así, con mis 4 vasos (sin tapa) de coca-cola, lo mas llenos posible, busco mi camino de vuelta a las butacas. No es cosa fácil, créanme, mantener el equilibrio con 4 vasos de coca- cola en las manos, evitando que se te derramen. Por si las moscas me deshago de las cañitas cuanto antes, y las tiro al piso. Estoy seguro de no confundirme, pues sigo la dirección correcta. Subo las gradas y llego por fin al túnel de las tribunas, pero veo que no era la salida 10 sino la salida 11. (La mía era la 10). Entonces vuelvo a bajar, con un ligero presentimiento de que no voy a llegar nunca y vuelvo a retroceder para volver a subir, y encontrarme con el sitio de escape correcto. Esta vez sí era el 10, pero estoy jodido porque veo el ingreso totalmente copado de espectadores parados. Sé que no va a ser fácil la subida, y antes de la recta final, tiendo a bien acomodar las gaseosas en el piso. Una vez bien sujetadas me siento un jugador de fútbol más y salgo a la cancha. “Permiso por favor, voy a subir”. “Pucha pue compadre, pero no ves que ya empezó el partido”. Igual de nervioso, igual de miedoso, empiezo a ascender con cuidado y escucho los silbídos inconfundibles de mi padre, que me indica donde está. Así todo mucho mejor. Se me aclara el panorama, y a pesar de que me muero de miedo de caerme, ya no se me hace tan tenebroso tener que importunar a los asistentes pidiéndoles permisito, que allá esta mi asiento esperando. Uno. Dos. Tress. ¡Pum! “Hijo, ¿hasta dónde te has ido a comprar las coca-colas?” Les alcanzo los vasos a mis dos hombres favoritos y pregunto en qué minuto va el partido. Minuto 10. Sigue Montaño en la cancha. Me acuerdo que he salido de mi casa sin tomar desayuno, y que este es mi primer líquido del día. Le doy dos buenos sorbos a la coquita y me siento campeón mundial. Y es que, a pesar de todo, sigo con la porquería en mi cabeza. Pero ahora sí me dan ganas de alentar, de aplaudir, de gritar, de cantar con la barra, de estar atento a las incidencias del encuentro y comentarlo con mi viejo y el Mati. De pronto se viene Alianza por el sector izquierdo, gran recuperación del esférico y pase largo a “Arrocito” Sánchez. Este que entra sólo al área, queda frente al porteo, dispara y ….. ¡GOOOOOOOOOOOOOOOL!
¡GOLAZO!, ¡GOLAZO DE ALIANZA LIMA!, ¡Qué rico!, ¡Qué efervescencia tan poco articulada!
Lo abrazo a mi hermanito Matías y festejo con él su primer victoria presenciada de Alianza en un estadio. Mi padre estalla. A ver pues melgarianos de mierda, paisanos míos de mierda, a ver griten ahora “negros cagones”, y a Johnnier Montaño “este lúpulo no paaaaaaasa”. Me meo en ustedes. Que los cache por atrás un burro. ¡Arriba Alianza Corazón! Los 3 Murillo gozando como locos. Quiero vivir así toda la vida. ¿No estoy sintiéndome feliz acaso?, así me dure esto 1 minuto, ¿No estoy sintiéndome feliz?
Alianza ganó 1 a 0. Salimos satisfechos del estadio. Caminamos algunas cuadras, y ahora estoy haciendo el recuento de la experiencia, de este dominguito más, a los 21 años todavía, yo formando parte de una familia a la que amo tanto, culminando mis días de vacaciones veraniegas a puertas de un nuevo año en la universidad (el penúltimo), teniendo todavía la oportunidad de retornar a mi ciudad sintiéndome extrañado por alguna gente, aún sintiéndome un extraño, pudiendo comunicarme con chicos de mi edad en una fiesta de turno, tembloroso sí, asustado sí, repleto hasta la frente de complejos que me avergüenzan, teniendo todavía el gozo de hacer matar de risa a mi hermanito con mis chistes, de caminar por las calles con mis amigos, y hasta llegar a escapar con éxito de la más certera mordida de un perro abandonado, e incluso asombrarme con una película que fui a ver al cine, y no poder ir a acostarme sin acabar un dibujo o por pensar en qué será de mí en algunos años. Así, con todo mi corazón y también con tanta espina que yo solo siento, me pregunto esta noche si es que esto no es ser feliz.





Cualquiera fuese la respuesta, por favor, no quiero reconocerlo recién de acá a diez años.

5 comentarios:

ELOYINA MORALES..perez tu mama.. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ELOYINA MORALES..perez tu mama.. dijo...

PRIMERAAAAAAAAAAA

ELOYINA MORALES..perez tu mama.. dijo...

señor murillo:
ese amigo aquel.. tal vez seria una version colegiala de "la noche es virgen" de tu bien amado jaime bayly...bueno dante nunca te leo tan feliz (realizado) que bueno que el poto de montaño te alegro tanto.Y porsia te falto recalcar que el que tapo el arco de melgar fue el hermano de la gabs...que iba de mejor jugador del primer tiempo y no por mi sino por el tio bigoton que habla en cmd.
ya ya se feliz.

gonzalo dijo...

pase lo q pase jamas sientas q no conoces la felicidad, aveces se demora en llegar a nosotros o a veces creemos (en forma falaz) q la felicidad decidio alejarse d nosotros, porq tarde o temprano llega, o reaparece. nose la verdad yo creo q soy feliz ahora, antes no pero como dices posiblemente no apreciaba esas pequeñás cosas q me hacian feliz como por ej. reunirme con mi mejor amigo e ir al turko a comer un quebac y despues ir donde el porto y finalmente ir en busca d unos discos tradicion q lastimosamente este verano no hemos continuado espero amigo mio q podamos retomar esa tradicion en estas vacaciones de medio año
cuidate mucho en lima buen amigo y espero q tb seas feliz

Anónimo dijo...

every day is like sunday.