viernes, 6 de marzo de 2009

Fiestas a las que voy

Para que sepan que el Buen Amigo no es profeta en su tierra, ni en ningún lado.





Hay fiestas a las que voy, aunque derrepente no quisiera ir. ¿Qué hace que un tipo como yo, que tanto detesta (como ama) que lo miren, acuda a un evento social de fin de semana? Los motivos pueden ser varios, y en algunos casos tan incomprensibles, tan absuuurdos.... que estaría perdiendo el tiempo tratando de enumerarlos. Porque en fín, hay cosas que te mueven a actuar de una manera, y que al final no sabes ni cómo, ni qué. Por eso creo que sería mas propicio el definir que cosa busca uno, o al menos yo, al ir a una fiesta. Yo siempre he ido a una fiesta en busca de mujeres, alcohol en cantidades excesivas, momentos de risa, y distracción de la mas fina sin pensar en nada fijo absolutamente. Pues sí, para mi ir a una fiesta ha sido siempre una gran bocanada de aire entre tanto atareo mental que me esclaviza en la rutina diaria. No se si se los he dicho, pero estoy en una época en la que no quiero pensar mucho. No me quiero devorar libros, ni evaluar tampoco el significado oculto de mis actos. Suficiente ya tengo con estar poseso de mí y de mis complejos las 24 horas del día. Por eso busco vías alternas en las que explotar mi instinto sin culpa. Botar, botar y botar. El sexo era una de esas válvulas, hasta que descubrí que con condón me era difícil ( por no decir imposible) eyacular. Por eso el riesgo de un hijo no deseado (aunque, la verdad me cago de ganas de tener uno) y la vejación del sida, han hecho que descarte por el momento esta riquísima chance de ebullición. Entonces solo me quedan 3 : la soledad, el arte y... las fiestas.
El alcohol me es una gran ayuda para no pensar en las consecuencias de mis meandros. Pero ahora estoy jodido, porque justamente por culpa de mi proyecto de sanidad a largo plazo no puedo consumirlo. Entonces usted dirá, "ah compadre, una fiesta sin chupar no es fiesta". Lo sé, tiene toda la razón, no es la gran cosa observar como los amigos que ingresaron timoratos con uno al antro convulsionado, media hora después ya carcajean cual hienas de la embriaguez. Reconozco que añoro esa sensación. Pero bueno, al asumir mi actual posición me he resignado a no hacerlo.
Yo lo que detesto primeramente de una fiesta es entrar al lugar y tener que saludar al gentío. Odio ver caras, muchísimas caras, muy muy de cerca. Me marea y me pone nervioso y tenso. Prefiero, en el mas digno de los casos, no hablar ( y en el peor, lanzar una pachotada imbecil) y esperar que cómo decía Kurt ("here we are now, entertain us") el interlocutor se anime a llevar las riendas de la plática, del momento compartido y genere un divertido acto de juvenil picardía. Pero qué va, muchas veces eso no sucede.... y me siento jodido.
Yo no dudo de mi carisma, y me quiero bastante en lo que respecta a lo que proyecta el espejo de mí. Sin embargo, me ha pasado cuchucientas mil veces que yendo con la moral al tope y las herramientas "aparentemente" aceitadas para realizar un faenón, he terminado quedandome con las manos vacías, pues al parecer a las muchachitas les importa un pito una llevadera converación basada en temas íntimos, o interesantes anécdotas sobre lo incierto de los rumbos a tomar en esta edad de mierda, y lo único que pretenden conseguir es un macetón bien plantado que las piropee sin perder mas de 5 minutos, y cuando las saque al dancing les introduzca con la brusquedad masculina que buscan, el lenguado a la boquita juniors. Y esto lo sé no sólo por haberlo visto, sino porque me ha pasado que en una ocasión al impacientarme de no llegar a nada y ver bostezar a mi nocturnal acompañante, he recurrido al corrientaso pastiche de la irrupción chabacana cara a cara. Así, aunque parezca mentira he podido ganarme una garantizada contienda de informales ósculos. Así, aunque ni yo me lo crea, he terminado sintiendome un ganador.
Todas las chicas que he conocido me tildan de optimista y se burlan. ¡Qué sería si tuvieran el poder de meterse en mi cabeza, tan sólo una vececita, y descubrir el tsunami de predisposición al fracaso que tengo tan pero taaan parchado!
Desde el momento que salgo del baño, limpiecito y acartonadaso por el jabón, ya comienzan mis disfunciones al ver las miradas pensativas de mi familia en el living a la hora de salir de casa. Ya empiezo a odiar a la gente apenas me imagino que estarán pensando los míos al verme enrumbar todo guapachoso a la gran y fastuosa celebración. Es que me importa mucho mi aspecto y mi actitud, y también, porsupuesto, lo que piensen ellos de mí. Soy un maricón al que le encantan las mujeres, y por más que hoy día salga de caza, dándomelas de rolling stone con mi pelito largo y mis ademanes disforzados... presiento en el fondo que no voy a lograr ni medio.
Y apenas estoy afuera, dandole ahora sí la espalda al hogar, quisiera deshacerme de todo, prescindir de las responsabilidades del momento que me toca, y largarme a donde mas seguro me siento, en mi camita a oscuras y en silencio.
Lástima que ya es muy tarde, arribaré en media ahora a la casa del Batake, y junto a él y al Scooby iremos rumbo a la diversión, caminando por la avenida como 3 jóvenes super afiatados, con la sonrisa bien puesta y a ritmo demoledor.


Loquillo y los Troglodítas - Mis problemas con las mujeres

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