lunes, 3 de agosto de 2009

Bebito de pecho

La fragilidad de un domingo rutinario es mi fragilidad reconocida en cuando todo se me está a punto de caer y solo obtengo la paz, el verdadero disfrute, gozándome a solas en mi cama o escribiendo un verso a puertas cerradas.
No quiero reparar en una tristeza que no se como solucionar. No quiero hurgar nuevamente en los posibles y sentirme atarantado y veloz en una quietud como esta, siempre tan apática, ingenua y extraña.
Un domingo como este parezco contagiar a mi familia y fisurarla.
Se enojan por las huevas mis padres entre ellos, y mi hermanito por cualquier cosita estupida empieza a llorar.
Es por eso que hoy trato de pasar caleta y no hacer las mismas bromas porque hasta mis bromas me afectan y no quiero golpearme el pecho con esto, sino buscar un remedio veloz en mi alejamiento.
Listo, escribiré todo lo que me enerva la cabeza, y mientras más rápido mejor para zafar cuanto antes.
Un testimonio que luego publicaré en "Aficiones, Aflicciones y Afectos del Buen Amigo"
para y con el único fin de regalarme 3 segundos de paz, o de admiración gratuita hacia mí mismo, porque cuando leo lo que escribo todo adquiere más encanto (sí, incluso la pesadez tiene encanto) y se siente más bacán.
Y quisiera terminar usando este espacio para hacerle saber a esa coqueta actriz que conocí antes del final del otro ciclo, que sigue interesandome su amistad, presencia, o lo que se llame... y que no estoy ofendido o molesto (¿ por qué habría de estarlo?), sino todo lo contrario.
Sino todo lo contrario.


1 comentario:

Alba dijo...

este es breve pero a mi me encanta. A veces primo la tristeza es la maestra de ceremonias y el entorno está espectante. Y sí...se contagia. Un abrazo. Claudia.