sábado, 18 de junio de 2011

¡QUÉ CAGADA, AHORA TENGO EL PELO CORTO!

¡ Rafael Rey, me has castrado sin mi voluntad!






Hola ¿Cómo están?


Una semana más que se va. El primer ciclo del año va camino a acabarse velozmente. Y para mí, ha sido una verdadera vorágine, plagada de cambios muy fuertes y sentidos, de constantes idas y venidas que hasta ahora me hacen sentir mareo, y que muchas veces -la mayoría- no se bien a qué corresponden.


Estoy de malos ánimos, encabronado, y por eso les escribo ahora. Vaya semana. Me reencontré con sentimientos intensos que definitivamente aún reconozco en mí, mi abuelito Helard por fín tuvo -despues de tantos años de injusta lucha- el descanso merecido, y bueno, terminé una vez más sin entender el desenlace de algún hecho en particular, como el que me llevó a una maldita peluquería para que finalmente me cercenaran la melena. Así como lo oye usted, incrédulo amigo.


Pues bien, yo me había propuesto dejarme el pelo tan largo como se pudiera. Este era mi año ideal para hacerlo, por simple gusto y adhesión a la idea -que aún perdura fuertemente en mí- de que el pelo corto es feo y es para maricas. Nunca me gustó, me pareció siempre aburrido, muy normal, osea, para gente normal y aburrida. Y yo nunca quise considerarme así. Le suene estúpido o no, esa es la pura verdad en mi manera de sentir las cosas.


Lo curioso es que, siempre que -en todos estos años- me he dejado el pelo largo, siempre, un motivo aparentemente inimportante, imprevisto, e inimaginable, ha acabado cortando -valga la redundancia- ese gusto mío, y dejándome de un momento a otro, como desnudo, como traicionado, como malditamente jamás quise ni planeé llegar a estar, es decir, con el chuchesumadre pelo corto, que tanto me recuerda a la época del colegio, lapso en mi biografía que siempre deseé superar, junto a los modos y formas que, desde luego, esta etapa conllevaba.


Por eso el pelo corto me significa, aún hoy, REPRESIÓN. Herencia de una época en la que yo no podía decidir con tal eficaz premura como lo hago ahora. Herencia de una puta época en la que, de lunes a viernes, se tenía que lucir el mismo traje uniforme que centenar de individuos. Herencia de una época que, a pesar de contar con tantas indecisiones como ahora, fue en mi interior, para mí, definitivamente mucho más proclive al drama. Por eso relaciono el pelo corto con toda esa andanada de cosas que a mí se quedaron de aquella etapa de formación puber, y que por más que siga adelante en mi camino, perdurarán para siempre estampadas en mi piel, como el inolvidable aroma de la primera paja.


Yo quería ahora sí, dejarme la melena más larga que nunca antes. Podría afirmar que estaba realmente mentalizado para cumplir dicha añorada meta, la estaba cuidando bien bacán, y es más, creo que ya estaba entrando a superar el periódo amorfo de cuando el pelo aún está entre corto y largo. Mi forma de peinar ya tenía meses de costumbre establecida, y la naturalidad de este hábito, había dado lugar a que se origine, de manera permanente, una raya única que dividía muy bien el rumbo a seguir de mi cabello en la posteridad.


Como verán, está claro que para mí el pelo nunca ha sido un asunto menor. De ninguna manera. Siempre fue para mí un tema de constante fijación, investigación y, por qué no decirlo, experimentación. Estoy convencido de que existen muchísimas formas pajas de poder darle identidad a tu cabello, que sólo resignandote a quedarte con el mismo puto peinado por el resto de tu aburrida existencia. A mí, particularmente, este supremo interés por lo capilar, me viene directamente de 2 influencias muy fuertes y directas: Mi papá y el Rock And Roll.


Me explico.


Mi progenitor -lo niegue él o no, aún cuando cuestiona de sobremanera mis tan vanidosas tendencias- fue quien, en definitiva, me metió el chip de la importancia de tener el pelo bien chévere, desde mis primeros años. No es broma. Recuerdo como si fuera ayer, su inusual fascinación por meterme debajo del pilón del lavabo en las mañanas escolares, empaparme totalmente la cabecita con agua helada, y acto seguido, deleitarse buscandome el mejor peinado -entiéndase el peinado con más personalidad- que podía tener yo para destacar entre los niños de mi edad. Siempre el pelo para atrás, con una olita in crescendo a lo Presley que se erigía imponente sobre mi frente, y que, debo haber mantenido hasta los 12 años, época en que decidí -por alguna tonta razón- sublevarme de la incalculable influencia estilística que mi padre ejerció sobre mí.


El Rock And Roll me hizo amar y entender el pelo largo como sinónimo de contrariedad, de rebeldía y placer estético fuera de los cánones de una sociedad que, hasta el día de hoy en mi Arequipa Natal, permanece super atada al típico look de las nuquitas rasas -¡bien como hombre carajo!- y una leve capita, nomás, de pelambre en la parte superior. La mayoría de mis amigos y familiares -por no decir todos- obedecen hasta el día de hoy a esta constante. Estoy seguro, así mismo, que ejercer dicha determinación jamás les ha significado un eje fundamental en sus vidas.


PERO A MÍ SÍ, por eso ahora me tiene sumamente bajoneado, encabronado y estropeado (búrlense, no me importa) que sin yo haberlo solicitado, una sucia mercader del corte y la confección, se haya limpiado el "burrito" (Ariel Ortega) con mi bien intencionado plan de conservarme el pelo largo.


Era simple. Yo solamente quería que me recortara un poco de la parte de arriba para ya no tener que peinarme tanto. Me explico mejor con las imágenes :





Esta era la situación actual de mi cabellera. Como notarán, la parte de arriba estaba cayendo ya sobre mi frente, razón por la cual, acudí al centro de belleza, para que me hicieran una rebajadita, que me librara de tener que peinar dicha molestosa cantidad de pelo.





Para eso, me base en el estilo de Keith Richards. El guitarrista de los Rolling Stones solía llevar en los 70s el pelo largo, pero más recortado en la parte superior, de tal manera que no necesitaba peinarse. A eso, precisamente, es que yo le apunté a la peluquera, llevándole incluso una fotografía de Keith para guiarla.



Lamentablemente, la muy zorra me dejó así.




Como Pedro El Escamoso me dejó la dizque peluquera. Mutilando salvajemente la parte superior de mi pelaje, y tal como el "divertido"(¿?) personaje colombiano, con mis bucles de abajito intactos, pareciendo bailar alegremente una cumbia de aquel desagradable machista de mierda, que constituye el señor Lizandro Mesa.



Ustedes dirán : ¿Cómo no notaste lo que te estaba haciendo la san puta esta y piteaste rápidamente?


Bueno muchachos, para mi infortunio, me fue muy complicado adivinar cómo iba quedando el recorte, pues la tipa me tenía atados los mechones a unos ganchos. Un total y absoluto juego al azar, que me impidió saber a ciencia cierta a qué apuntaba esta mujer y sus tijeras.


30 lucas me costó la (des)gracia.



Ni más vuelvo a dicha peluquería, a la que incluso acudí acompañado y recomendado por mi madrecita. Definitivamente, ¡metiste la pata mami!



Al día siguiente de la negligencia de mierda, volví para que por lo menos la muchacha me rebajara un poco tan rochoso contraste de diferentes tamaños en un mismo corte. Fue en vano ya que la diferencia acabó siendo mínima, y es por eso, que hace unos minutos, y muy a mi pesar, decidí acabar definitivamente con esta total broma de mal gusto en que esta mounstra había covertido a mi pelo (¡¡Dios quiera que Satán le reserve un espacio en una que otra cámara de gas para que se extinga lentamente!!). Por más de que -no es necesario que se los repita- deseaba de todo corazón conservar mi cabello largo, tal como me lo propuse desde hace ya varios meses, pero, me ha sido insostenible, estos dos últimos días, dejarlo así nomás, con el aberrante estílo Pirulino (de Pedro El Escamoso) que, con mi rostro como acompañante, más parecía el de un ratero homosexual.



Acabo de trasquilar las mechas bailarinas que quedaban, y ya lo tengo todo corto.


Una cagada.



Qué más puedo agregar sobre tan fatídica experiencia.... No es la primera vez que me sucede un hecho como este, y más allá de todo mi sentimentalismo hacia el pelo, termino sacando conclusiones generales, que de veritas no me agradan para nada.


1. Mientras más pienso en algo, más fácil está de irseme de las manos así como si nada, de desaparecer completa y sorpresivamente.


y,



2. Parece ser que, quiera o no, lo haya o no decidido, el puto destino se las ingenia siempre de una u otra manera, para que nada de lo que tengo me dure por mucho tiempo.


Desde luego, esto no me gusta para nada, y me asusta un huevo. Deno dejar de darle tan fácilmente las tijeras al enemigo. Hasta la próxima, amigos.


2 comentarios:

Pecosa dijo...

Bastante tiempo sin pasar por estos lugares y no pude pasar por alto tu fatídica experiencia... porque te entiendo a la perfección. También tengo una rara fijación con la cabellera desde pequeña. La cosa, es que cuando tenía 9 años masacraron mi largo pelo sin piedad, parecía un niñito de melena jaja desde ese día JAMÁS dejé que cortaran mi pelo más allá de los hombros. Jamás, hasta el día de hoy. Así que ya se hace característico en mí el largo de mi pelo. Y claro, en los hombres el tema se complica por esa misma razón: 'ser hombres' y la costumbre arraigada de llevar unos pocos pelos encima de la cabeza.
Mis condolencias a tu cabellera, era linda.
Saludos.

Hola, soy el Buen Amigo dijo...

Hola Monica, muchas gracias por tus palabras de condolencia con respecto al deceso de mi pelo. En fín, sólo queda seguir y ya no caer en el trauma de lo que pudo haber pasado sino. Como lección me he dado cuenta, que no estaría nada mal aprender algo de corte y confección y volverme así en mi propio peluquero. Creo que esa sería la vuelta de tuerca más terapéutica y productiva a todo este poco feliz incidente. Odio ser un hombre con pelo corto, igual. Saludos.