lunes, 27 de junio de 2011

La banda sonora de mi vida

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Toda la vida he preferido participar en la experiencia del oyente, desde mi aproximación al formato del disco, del conjunto de canciones que configuraron el trabajo unitario de un artista en un tiempo determinado. Esto porque, según mi manera de apreciar la música, me ha otorgado siempre un acercamiento más completo, rico e intenso, para entender mejor el proceso del músico en cada determinada etapa. Por eso yo siempre he optado por conocer a una banda o a un solista, por sus álbumes antes que por sus canciones sueltas. Sin embargo, lo cierto es que de la misma manera que todos tenemos nuestro santo grial de discos favoritos, hay canciones, que por sí solas, poseen importancia única y singular para nosotros, pues logran capturar, en su breve duración, infinidad de sentimientos y emociones de los tiempos que nos tocó vivir, y que, irremediablemente, por más caminos que decidamos tomar en la ruta, siempre al escucharlas de nuevo, nos devolverán a esos páramos, constituyendo definitivamente la banda sonora de nuestras vidas.
Fue por eso que un día, al recalar en tamaña importancia, me animé a ir empezando a anotar, de a poquitos y según se me fueran dando las cosas, los nombre de aquellas canciones que de acuerdo a los propios aconteceres de mi trayecto, fueran guardando para mí un significado especial. Canciones claves para mí, más allá de cualquier superlativo valor musical o trascendencia en la obra de su autor o intérprete. A lo mejor, muchas veces, ni siquiera mis favoritas. Simplemente canciones, que, con increíble fuerza, aparecieran derrepente como antenas receptoras de mi corazón. Canciones que me leyeran la mente, pero también, que me la nublaran por completo. Canciones que blindaran mi alma, pero también, que me la dejaran hecha caquita. Canciones con respuestas, pero también con infinidad de cuestionamientos para que yo me desarrollase. Canciones para estar ebrio, para llorar y para hacer el sexo y también el amor. Canciones de apatía, para esconderse, de inestabilidad y también de grato protagonismo. Que sin cálculo alguno iban apareciendo, y que, cuando ingresaban sin permiso a mi interior (jalándome, al mismo tiempo, la oreja y el bobo), merecían ir siendo incluidas en las listas que mensualmente fui dejando a manera de testimonio en las hojas de distintos cuadernos.
Fue en la segunda mitad del 2009 que empecé este fascinante hábito. Como jugando, pero con la única consigna de que no fuera para nada forzado. Es decir, si en el mes de Octubre, por alguna razón, más de 20 temas caían redonditos dentro de mi banda sonora, bien facilito podía ser que para Noviembre sólo 4 ‘rolas’ se hicieran presentes. El único dictaminador para todo esto, fue, es y seguirá siendo, mi conexión emocional con la música.
Afortunadamente, hasta ahora no ha habido ningún mes en blanco. Me pregunto cómo sería.
Pero ustedes se preguntarán qué gracia tiene anotar líneas y líneas con nombre de canciones, solamente. Pues bueno, olvidé decirles que eso es sólo el primer paso de esta significativa labor de rescate en el tiempo. A lo que verdaderamente apunta este atento e incansable registro de canciones, es, lógicamente, a la grabación de discos compilatorios hechos caseramente por quien les habla, en los que finalmente quedarán registradas para la posteridad, y para mi nostálgico disfrute de oyente y ser humano (además de invalorable legado para quién desee conocer algo más de mi intimidad), toda esta infinidad de canciones maravillosas que me han marcado y las que lo seguirán haciendo a medida que mi existencia siga su curso. Por lo que espero, de todo corazón, que esta entrañable labor cese solamente cuando yo caiga finado.
Esta semana, volví después de muchísimo tiempo a recopilar en audio todas las canciones de mis listas que aún no había grabado. La verdad, había dejado de grabar mis bandas sonoras desde aquel tramo final del 2009, y ¡vaya que retomar esto ha sido una tarea colosal! Sacar las canciones de los discos a los que pertenecen, pasarlas a la computadora, volverlas a sentir nuevamente con la reminiscencia a las fechas en que hube de anotarlas, y por último -lo que constituye mi parte favorita- integrarlas en los compilados, junto a otras tantas, de acuerdo a mi gusto personal por cómo cada una interactúa en su sentimiento y estilo con las demás.
Como, más o menos, afirmaba John Cusack en el genial film High Fidelity: “Confeccionar un compilado no es cosa sencilla ni superficial. Requiere de una sensibilidad particular”.
Hasta el momento ya he pasado a la computadora 326 canciones, de las que, hasta el momento, ya logré grabar 11 compiladitos. La verdad no sé, ni me preocupa demasiado, saber a qué punto irá a llegar todo esto ¡Qué las canciones vengan nomás como los hijos!
Yo por mi parte, tan sólo tengo en mente aquel añorado día, para el que expresamente aprenderé a conducir, y en el que me embarcaré solo en mi auto, con destino desconocido, para viajar escuchando una por una, con la complicidad del silencio carretero, las infinitas canciones recopiladas que conforman la banda sonora de mi vida.

PD: Ahora me gustaría compartir con vosotros y vosotras, 3 imprescindibles, que ya están grabadas por y para siempre en el umbral de mi corazón. Permiso.

1. Andrés Soto – Tu mirada y mi voz


2. Blood, Sweat And Tears – You’ve made me so very happy


3. Intoxicados – Espero que la vida

sábado, 18 de junio de 2011

¡QUÉ CAGADA, AHORA TENGO EL PELO CORTO!

¡ Rafael Rey, me has castrado sin mi voluntad!






Hola ¿Cómo están?


Una semana más que se va. El primer ciclo del año va camino a acabarse velozmente. Y para mí, ha sido una verdadera vorágine, plagada de cambios muy fuertes y sentidos, de constantes idas y venidas que hasta ahora me hacen sentir mareo, y que muchas veces -la mayoría- no se bien a qué corresponden.


Estoy de malos ánimos, encabronado, y por eso les escribo ahora. Vaya semana. Me reencontré con sentimientos intensos que definitivamente aún reconozco en mí, mi abuelito Helard por fín tuvo -despues de tantos años de injusta lucha- el descanso merecido, y bueno, terminé una vez más sin entender el desenlace de algún hecho en particular, como el que me llevó a una maldita peluquería para que finalmente me cercenaran la melena. Así como lo oye usted, incrédulo amigo.


Pues bien, yo me había propuesto dejarme el pelo tan largo como se pudiera. Este era mi año ideal para hacerlo, por simple gusto y adhesión a la idea -que aún perdura fuertemente en mí- de que el pelo corto es feo y es para maricas. Nunca me gustó, me pareció siempre aburrido, muy normal, osea, para gente normal y aburrida. Y yo nunca quise considerarme así. Le suene estúpido o no, esa es la pura verdad en mi manera de sentir las cosas.


Lo curioso es que, siempre que -en todos estos años- me he dejado el pelo largo, siempre, un motivo aparentemente inimportante, imprevisto, e inimaginable, ha acabado cortando -valga la redundancia- ese gusto mío, y dejándome de un momento a otro, como desnudo, como traicionado, como malditamente jamás quise ni planeé llegar a estar, es decir, con el chuchesumadre pelo corto, que tanto me recuerda a la época del colegio, lapso en mi biografía que siempre deseé superar, junto a los modos y formas que, desde luego, esta etapa conllevaba.


Por eso el pelo corto me significa, aún hoy, REPRESIÓN. Herencia de una época en la que yo no podía decidir con tal eficaz premura como lo hago ahora. Herencia de una puta época en la que, de lunes a viernes, se tenía que lucir el mismo traje uniforme que centenar de individuos. Herencia de una época que, a pesar de contar con tantas indecisiones como ahora, fue en mi interior, para mí, definitivamente mucho más proclive al drama. Por eso relaciono el pelo corto con toda esa andanada de cosas que a mí se quedaron de aquella etapa de formación puber, y que por más que siga adelante en mi camino, perdurarán para siempre estampadas en mi piel, como el inolvidable aroma de la primera paja.


Yo quería ahora sí, dejarme la melena más larga que nunca antes. Podría afirmar que estaba realmente mentalizado para cumplir dicha añorada meta, la estaba cuidando bien bacán, y es más, creo que ya estaba entrando a superar el periódo amorfo de cuando el pelo aún está entre corto y largo. Mi forma de peinar ya tenía meses de costumbre establecida, y la naturalidad de este hábito, había dado lugar a que se origine, de manera permanente, una raya única que dividía muy bien el rumbo a seguir de mi cabello en la posteridad.


Como verán, está claro que para mí el pelo nunca ha sido un asunto menor. De ninguna manera. Siempre fue para mí un tema de constante fijación, investigación y, por qué no decirlo, experimentación. Estoy convencido de que existen muchísimas formas pajas de poder darle identidad a tu cabello, que sólo resignandote a quedarte con el mismo puto peinado por el resto de tu aburrida existencia. A mí, particularmente, este supremo interés por lo capilar, me viene directamente de 2 influencias muy fuertes y directas: Mi papá y el Rock And Roll.


Me explico.


Mi progenitor -lo niegue él o no, aún cuando cuestiona de sobremanera mis tan vanidosas tendencias- fue quien, en definitiva, me metió el chip de la importancia de tener el pelo bien chévere, desde mis primeros años. No es broma. Recuerdo como si fuera ayer, su inusual fascinación por meterme debajo del pilón del lavabo en las mañanas escolares, empaparme totalmente la cabecita con agua helada, y acto seguido, deleitarse buscandome el mejor peinado -entiéndase el peinado con más personalidad- que podía tener yo para destacar entre los niños de mi edad. Siempre el pelo para atrás, con una olita in crescendo a lo Presley que se erigía imponente sobre mi frente, y que, debo haber mantenido hasta los 12 años, época en que decidí -por alguna tonta razón- sublevarme de la incalculable influencia estilística que mi padre ejerció sobre mí.


El Rock And Roll me hizo amar y entender el pelo largo como sinónimo de contrariedad, de rebeldía y placer estético fuera de los cánones de una sociedad que, hasta el día de hoy en mi Arequipa Natal, permanece super atada al típico look de las nuquitas rasas -¡bien como hombre carajo!- y una leve capita, nomás, de pelambre en la parte superior. La mayoría de mis amigos y familiares -por no decir todos- obedecen hasta el día de hoy a esta constante. Estoy seguro, así mismo, que ejercer dicha determinación jamás les ha significado un eje fundamental en sus vidas.


PERO A MÍ SÍ, por eso ahora me tiene sumamente bajoneado, encabronado y estropeado (búrlense, no me importa) que sin yo haberlo solicitado, una sucia mercader del corte y la confección, se haya limpiado el "burrito" (Ariel Ortega) con mi bien intencionado plan de conservarme el pelo largo.


Era simple. Yo solamente quería que me recortara un poco de la parte de arriba para ya no tener que peinarme tanto. Me explico mejor con las imágenes :





Esta era la situación actual de mi cabellera. Como notarán, la parte de arriba estaba cayendo ya sobre mi frente, razón por la cual, acudí al centro de belleza, para que me hicieran una rebajadita, que me librara de tener que peinar dicha molestosa cantidad de pelo.





Para eso, me base en el estilo de Keith Richards. El guitarrista de los Rolling Stones solía llevar en los 70s el pelo largo, pero más recortado en la parte superior, de tal manera que no necesitaba peinarse. A eso, precisamente, es que yo le apunté a la peluquera, llevándole incluso una fotografía de Keith para guiarla.



Lamentablemente, la muy zorra me dejó así.




Como Pedro El Escamoso me dejó la dizque peluquera. Mutilando salvajemente la parte superior de mi pelaje, y tal como el "divertido"(¿?) personaje colombiano, con mis bucles de abajito intactos, pareciendo bailar alegremente una cumbia de aquel desagradable machista de mierda, que constituye el señor Lizandro Mesa.



Ustedes dirán : ¿Cómo no notaste lo que te estaba haciendo la san puta esta y piteaste rápidamente?


Bueno muchachos, para mi infortunio, me fue muy complicado adivinar cómo iba quedando el recorte, pues la tipa me tenía atados los mechones a unos ganchos. Un total y absoluto juego al azar, que me impidió saber a ciencia cierta a qué apuntaba esta mujer y sus tijeras.


30 lucas me costó la (des)gracia.



Ni más vuelvo a dicha peluquería, a la que incluso acudí acompañado y recomendado por mi madrecita. Definitivamente, ¡metiste la pata mami!



Al día siguiente de la negligencia de mierda, volví para que por lo menos la muchacha me rebajara un poco tan rochoso contraste de diferentes tamaños en un mismo corte. Fue en vano ya que la diferencia acabó siendo mínima, y es por eso, que hace unos minutos, y muy a mi pesar, decidí acabar definitivamente con esta total broma de mal gusto en que esta mounstra había covertido a mi pelo (¡¡Dios quiera que Satán le reserve un espacio en una que otra cámara de gas para que se extinga lentamente!!). Por más de que -no es necesario que se los repita- deseaba de todo corazón conservar mi cabello largo, tal como me lo propuse desde hace ya varios meses, pero, me ha sido insostenible, estos dos últimos días, dejarlo así nomás, con el aberrante estílo Pirulino (de Pedro El Escamoso) que, con mi rostro como acompañante, más parecía el de un ratero homosexual.



Acabo de trasquilar las mechas bailarinas que quedaban, y ya lo tengo todo corto.


Una cagada.



Qué más puedo agregar sobre tan fatídica experiencia.... No es la primera vez que me sucede un hecho como este, y más allá de todo mi sentimentalismo hacia el pelo, termino sacando conclusiones generales, que de veritas no me agradan para nada.


1. Mientras más pienso en algo, más fácil está de irseme de las manos así como si nada, de desaparecer completa y sorpresivamente.


y,



2. Parece ser que, quiera o no, lo haya o no decidido, el puto destino se las ingenia siempre de una u otra manera, para que nada de lo que tengo me dure por mucho tiempo.


Desde luego, esto no me gusta para nada, y me asusta un huevo. Deno dejar de darle tan fácilmente las tijeras al enemigo. Hasta la próxima, amigos.


martes, 7 de junio de 2011

PAPPO POR PARTIDA DOBLE




A mí el blues como fórmula musical primigenia, la verdad que no logra desencadenarme la fascinación que en otros sí. Muddy Waters, B.B. King, Robert Johnston... etc. Imposible sería negar el poderoso embrujo de su música, pero por alguna razón, hasta el día de hoy, no me toca al grado de descerebrarme. Sí me gusta el blues, cuando ya está transitando en un torrente mucho más rockero. Ahí si me vuelvo loquito, cuando se junta con expresiones tan fantásticas como el soul, el R&B y mi querido country. Por eso es que los Rolling Stones son mi banda favorita y gozo a morir con su distintivo sonido, y también por eso es que ese rockero argentino llamado Pappo, desde que lo escuché me pareció tan demencial.

Norberto Napolitano, (el "Carpo" para los amigos), Pappo. Un tipo poeticamente simple, rudo al palo, de fierros y asados, barrial y abrumadoramente carismático, ha sido el antihéroe más amado y fundamental en la historia del rock argentino. Un tipo viril y sincero, que tomó el blues como lenguaje y el rock and roll como la gasolina para recorrer los linderos de la vida en su moto. Su exacerbado dominio de la guitarra y la autenticidad de las historias que nos contaba en las letras de sus canciones, hicieron de él un verdadero gurú de la gente. Un sabio maestro intocable.

Pappo fue un tipo duro, porsupuesto, pero de un gigantesco corazón y una gracia singular para vivir sus días. Un tipo querido y respetado por todos, incluso por quienes no encajaban en su manera de entender el rock and roll y la vida.

Partió hace ya 6 años en su ley. Arrollado por un auto luego de perder el control de su Harley Davidson. Sin concesiones, sin medios tonos. Tal como fue su existencia, a todo máquina.

Hoy se vuelve a hablar de Pappo, ya que en la Argentina se acaban de editar dos libros, que, a su manera cada uno, buscan desentrañar la verdadera identidad de este ídolo inolvidable.

El primero es Pappo, el hombre suburbano, de la autoría del renombrado periodista Sergio Marchi, quien ya antes había publicado también su propia biografía de Charly García. En un sentido cronológico y bastante didáctico, Marchi reune testimonios de una larga cantidad de gente cercana al rockero para reconstruir su historia. Como el mismo Marchi reconoce : "Pappo era un músico muy clásico, agarrás el disco más sucio de Riff (la banda de Pappo en los ochentas) y entendés cada nota de él. Yo pretendía que el libro fuera así, no quería que fuera un análisis muy profundo, sino contar la historia lo más simple posible."

La segunda publicación está hecha a dos manos, por José Bellas y Fernando García, y tiene como título 100 veces Pappo. A diferencia del libro antes mencionado, este basa su originalidad en el hecho de que no existe un estricto orden narrativo, todo lo contrario, acá encontramos a borbotones infinidad de anécdotas con Pappo, que los mismos protagonistas se animan a contar para esta dupla de escritores."Las íbamos juntando tal cual los entrevistados las recuerdan, tal cual las dicen. Para nosotros era importante rescatar eso de la primera toma. Si un tipo lo contaba de una manera, para nosotros ésa era la verdad." Historias harto conocidas para algunos, como la de Luis Alberto Spinetta, que en un gesto de cariño le obsequió al "Carpo" la guitarra con la que había compuesto sus primeras canciones con Almendra.

(“Me fui a Europa, el 10 de marzo, cumpleaños de mi hermana…y le regalé a Pappo mi guitarra Dow, un modelo de Gibson que no baja de los 750 dólares sin estuche. Y se la regalé, la guitarra con la que compuse las canciones más hermosas que hice para Almendra. Para mí era una forma de mostrarle a Pappo que no existían solamente las guitarras con el volumen al mango. Que así como él me había inculcado algo de esa fuerza del rock pesado, y la mano, copar y todo eso, por otro lado yo trataba de demostrarle que existía una fuente de ternura que él no podía ignorar. Fue como decirle: mirá, tomá, no te desprendas jamás de esto, para no traicionarme en tu vida, para darme tu fe, aunque no tocáramos nunca juntos, aunque jamás nos viéramos, pero como un acto de fe, una esperanza…¿Y sabés que me fui a Europa y dos días después se la ofreció a Litto Nebbia por 160 lucas?" )

Y también otras menos conocidas, pero igual de interesantes (por no decir, insólitas) como cuando Pappo fue a la casa de La Mona Jiménez ( popular cantante gaucho del género llamado 'Cuarteto') y decidió -luego de haber escuchado ciertos rumores- apostarle 100 dolares, asegurando que el tenía la pija más grande.

Como ven, se trata de dos publicaciones excelentes, que, con justicia, rinden honor a aquel blusero que sí me encanta.

Como bonus tracks, los dejo con 3 videitos sumamente interesantes :

1. B.B. King hablando sobre Pappo



2. Sergio Marchi, siendo entrevistado por el portal argentino rock.com.ar sobre su libro acerca de Pappo



3. Pappo y su clásico "Las vías del Ferrocarril" en Rock Hasta Que Se Ponga El Sol en 1973




Hasta mañana.