martes, 27 de octubre de 2009

UNA HISTORIA DE ROCK AND ROLL (PARTE I)

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El muchacho sale de su casa. Hay un sol de mierda y sabe que en algunas horas él debe ser estrella. El anonimato lo enloquece, y no cree en nada más que en sí mismo, ese inexplicable poderío interior que puede conducirlo a donde chucha le de la gana, sin importar predios irritables ni parámetros establecidos por aquellos que quieren verle la vida hecha cuadritos.
Se halla mareado el flaco guatón. El autobús desprende un olor muy rancio, áspero e inacabable. Baja rapidito del vehículo y cruza elegante el puente de la Avenida Universitaria.
Recuerda los sabios versos de Tim Buckley en su primer elepé, la canción "Wings".
Tuviste una santa mañana campeón, ahora no decepciones en el escenario.
El arribo a la vieja facultad de Arte es tranquilo, desprovisto de gente. Visita la clase de 4to año, se contacta con el buen Sergio y recoje la guitarra electroacústica con la que más tarde ejercerá el espectáculo. Acto seguido ve aparecerse a la muchacha. Divina ella, toda vestida de negro como una arañita. Conversan un poco sobre lo promisorio del día, y el patita le comunica que ya va a enrumbarse hacia la nueva facultad, en donde se llevará a cabo el concierto.
Acompañado de Sergio, la guitarra y el fiel Franco, va el cantor imberbe rumbo al panteón de la fama. Lo esperan allá un gentío de considerable tamaño frente al tablado de telas negras que hace su vez de escenario. El jardín es lindo, el clima masomenos. El muchacho se encuentra nervioso y pide un aula tranquila y deshabitada en la cual llevar a cabo su prueba de sonido.
Luego sale más seguro y cree ya estar listo para la actuación.
Pronto la ve llegar, toda feliz ella, con su sonrisa única y brillante. También a su hermanita Maji y al Piman. Ellos le ofrecen algo de licor embotellado en coca-cola dietética. Procede a ingerirlo veloz y sin pensarlo.
El show tardaría en empezar, pero no lo decepcionaría ni a él ni al público generalizado. Una orquesta singular del electrojazz con aires del trópico, dejaría un buen precedente con canciones inyectadas de sudor, alcaloides y vaya a saber dios qué más diferendos.
Un buen comienzo con una banda de gran sonido... que al muchachito sólo lograba agudizarle más el hervor del sanguíneo caudal.
El puta quería subirse ya al podio, avocar sus dedos a las sagradas notas, romper desde su privilegiada posición infinítos culos y cabezas. Hacerse de un nombre sin necesidad de técnicas depuradas. Sin músicos de nivel que lo ayudaran a hacer realidad sus sueños. Todo, sino, de la manera más descarada y dulce a la vez. Con una guitarrita delante de todos.
Poco después de la orquesta vendría una banda de metal. Alocados headbangers que hacían del tributo a una humilde agrupación de rock pesado, mucho más que un rito.
Para el muchacho flaco de la guata, esto fue un gran indicio de identidad. Se sobrecogió al ver como lo que para el común de los peregrinos podía significar la pírrica revancha de los retardados, era para esos "retardados" un comportamiento antagonista, dignísimo y repleto de desbocada pasión y lealtad hacia sus más arraigadas creencias. Hasta un huevas de púas y chaqueta de cuero puede ponerse emotivo. ¡Ahí esta la esencia del rock and roll!
Llegaría así la hora para divertirse y honrar a los desposeidos. Los del Centro de Estudiantes Federados de Arte le hacen la seña al susodicho. Se levantaría entonces de entre la multitud y dispondría de lo necesario para hacerlo realidad todo. La fantasía.
Detrás del escenario la prédica, colocándose la chaqueta de "virrey-general de armada" que con tanto buen gusto escogióle su muchachita. Da unos cuantos pasos, aspira el aire de un brote, despide a ciertas personas que se encuentra en el camino, y sube finalmente al -hasta ese entonces- tibio entarimado de madera. La gente lo ve y se sorprende en una. No es esta la típica presentación en blue jean y polito doo australia, mucho menos una grandilocuente muestra de pirotecnia y despliegue vanguardista. Aquí tienen señores a un pedacito de hombre, esperanzado en transmitirles toda la carga eléctrica de sus sentimientos y palabras convertidos(as) en sencillas y algo chistositas canciones de rock and roll. Un muchacho propenso al quiebre incomprensible que hoy les irá a dedicar una serenata de éxitos saturados en azúcar y bilis.
Un pequeño saludito de bienvenida y ¡a comenzar la faena!
Primero que nada "Porno Rock", la que creo yo quizas mi más certera declaración de principios (si es que acaso la hay), de mis verdaderas intenciones con esto de la música.
Empiezo a rasgar la guitarra y voy preparando todo el posterior escupitajo verbal. La guitarra suena algo desafinada, pero que chucha. Me proponen los plomos arreglarla pero no hay marcha atrás. Adapto mi voz como puedo a la canción y al resto de los temas. La gente aplaude, se ríe y parecer entonar algunas partes junto a mí. "La Confesión" se la dedico a mi familia y en especial a mi mamá. Luego va "Tragate primero mi canción", "Lío de gitanos" que es para Sergio y cierro con la más "clásica" que tengo: "El Virrey".
El muchacho se siente el rey del mundo, o al menos de la facultad de Arte, ve a los muchachitos y muchachitas con sus caritas todas plagadas de emoción, de holgura sentimental. Se dirije a ellos y les dice algo así como "Puta, si yo no sería un rockero tan mariconcito, la verdad que también me hubiera metido al pogo". Es lo justo. Es la verdad.
Soy parte de ustedes, putos. Esta música tienes más de interpretación de la realidad común que de cualquier tipo de mitología encantadora.
Dejo la guitarra prendida y bajo del podio haciendo alarde de mi fascinación por el momento, por toda esa riquísima aclamación juvenil.
Viene ella y mi hermana a abrazarme emocionadas. ¿Podría haber algo mejor el día de hoy? No lo creo.